ROMA — En los últimos meses, han sido descubiertas en bancos de Suiza, Suecia, Portugal y otras naciones neutrales las riquezas que los Nazis robaron de sus victimas. Estas instituciones secretamente guardaban el oro robado. También habían estado involucradas en el lavado del mismo para adquirir material de guerra. Pero uno de los cómplices brilla por su ausencia, El Vaticano Se ha negado rotundamente en cooperar con la investigación. Ha cerrado el acceso a sus archivos a pesar de los pedidos de varias naciones y de grupos judíos.
Se espera que Stuart Eizenstatde de la Secretaria de Estado de Estados Unidos presente un reporte sobre las transacciones financieras del Vaticano durante la guerra. La acumulación de evidencia sugiere que el botín de los Ustasha (el gobierno Croata pro Nazi y clero fascista durante la guerra) fue llevado al Vaticano mediante sacerdotes Católicos. Este dinero fue usado para proteger y enviar a los criminales de guerra a Sudamérica.
De 1941 a 1945, los Ustasha exterminaron aproximadamente a 500,000 serbios, judíos y gitanos después de haberle robado sus propiedades y pertenencias. Le obligaron a los judíos de Zagreb el pago de 1,000 kilogramos de oro pese a esto los mataron de todas formas en los campos de concentración. La Iglesia Católica estaba fuertemente ligada a los Ustasha. Al principio del régimen, los sacerdotes católicos administraban las conversiones en masa de serbios mientras que los franciscanos diseminaban propaganda.
Muchos altos oficiales de la Iglesia fueron juzgados y condenados por crímenes de guerra. Entre ellos podemos contar al Padre Dragutin Kamber, quien ordenó la matanza de casi 300 serbios ortodoxos, "el verdugo de los serbios", el Obispo Ivan Saric de Sarajevo y el Obispo Gregory Rozman de Eslovenia, buscado como colaborador Nazi. En un juicio en el año 1946 resultaron convictos media docena de sacerdotes Ustasha, entre ellos el Fraile Franciscano Miroslav Filipovic Majstorovic, Comandante del campo de concentración donde los Ustashas torturaron y asesinaron a cientos de miles con una brutalidad que hasta los Nazis se espantaban.
Mientras la cantidad de documentos y pruebas crece, el Padre Krunoslav Draganovic, se perfila como uno de los caracteres más importantes entre todos ellos. El Fraile Franciscano fue un alto oficial del Comité Ustasha que organizaba las conversiones a la fuerza de los serbios. En 1943, los Ustasha arreglaron con la Iglesia la transferencia de Draganovic al Vaticano. Allí sirvió a la Iglesia en un seminario de Monjes Croatas que era un centro clandestino de actividad Ustasha. Se transformó en el emisario “no oficial” de los Ustasha en el Vaticano y el vínculo con la organización Vaticana de ayuda de refugiados de guerra. Draganovic y colaboradores como el Padre Golik fueron los responsables de ayudar y proveer a los criminales de guerra Ustasha el apoyo para escapar mediante la falsificación de pasaportes de la Cruz Roja y la creación del “ratline” (“la línea de las ratas”) una vía de escape creada por sacerdotes católicos en diversos países del mundo. Los Ustashas lograron escapar gracias a los esfuerzos de la Iglesia. La mayoría terminaron el Argentina, un país simpatizante de la causa nazi y clero-fascista en esos años. Así la mayoría de la cúpula Ustasha encontró su libertad.
El día que Alemania capituló, 288 kilogramos de oro fueron removidos del Banco Nacional de Croacia y del Tesoro Nacional. Parte de este oro cayó en manos de Draganovic, mas bien conocido por su sobrenombre "Padre Oro", lo distribuyó entre los soldados Ustasha y los refugiados Croatas. Nunca fue enjuiciado y volvió a Yugoslavia, donde murió en 1983.
El verano pasado un memorando llamó la atención del Departamento de Estado de Estados Unidos. Pero el Vaticano lo negó rotundamente. Otro reporte menciona como los Ustashas llegaron al Vaticano, vivieron en el Vaticano y en la residencia veraniega Papal de Castel Gandolfo; también hace mención sobre las pruebas de Ustashas conduciendo vehículos oficiales del Vaticano en Roma.
El apoyo del Vaticano hacia los Ustasha durante la guerra no era ningún secreto. Insisten en que no tienen nada que ocultar y al mismo tiempo se rehúsan a cooperar con los investigadores negándoles la entrada a los archivos. El Vaticano dice que como regla general, la Iglesia publica sus documentos después de 75 años, pero los investigadores mantienen que ese periodo ya ha pasado.
jueves, 26 de julio de 2007
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